Saturday, October 16, 2010

Uno de los trozos favoritos de Diario de una maestra

Diario de una maestra
por Dolores Medio
Ediciones Orbis, 1984
(Pág. 87)


   Irene Gal no se pregunta qué es lo que ocurre.
   Irene Gal va y viene por la ciudad, mirando todas las
cosas con ojos indiferentes, con mirada ausente. Parece
como si lo que sucede no sucediese en torno suyo, en un
mundo real, con hombres vivos, con dolores vivos, sino
en un tablado de marionetas y ella contemplara el espec-
táculo desde afuera.
  Al principio, pareció interesarse por los sucesos. Ocu-
rría algo extraño, indudablemente. Algo que nadie sabía
determinar. Se hablaba de un Alzamiento militar. ¿Otro 
levantamiento?¿Algo parecido a los sucesos revolucio-
narios de 34?... Todos -hasta ella misma, en medio de
su ingenuidad, de su ignorancia política- lo esperaban.
Al fin se abría la válvula de escape necesaria para ali-
viar la presión alta a que estaba sometida España. Tenía
que suceder y sucedió. Irene aceptó el hecho.
   Lo aceptó sin ahondar mucho en las cosas, obsesiona-
da por otra idea. Cuando las cosas se complicaron y al-
guien lanzó la palabra guerra, "estamos en guerra", Ire-
ne se asombró sinceramente:
  (-En guerra... Esto sí que es bueno... Estamos en
guerra...)


Me da la impresión de que lo que le sucede a Irene es también lo que sucede en muchos de los personajes y relatores de los libros que leímos. El desconcierto, la incertidumbre, (en algunos casos la ingenuidad, como la madre de Carlos en La gangrena, por ejemplo) que vivía la gente en España en este tiempo, era una actitud común a muchos de ellos. Sabían que algo se estaba desatando, pero da la impresión que no sabían la magnitud de los acontecimientos que sucederían. El desconcierto que produce un golpe de estado o una sublevación militar es algo que no se lo deseo a nadie. Digo esto por experiencia propia.
Por otro lado, me gusta el contraste que la autora hace entre Irene y lo que la rodeaba. Como que ella estaba tan inmersa en su vida y sus objectivos que ni el infierno de una guerra la afectaba.

Tuesday, October 5, 2010

Una nota de agradecimiento

Quería agradecer a toda la clase por los comentarios que dejaron en mi blog, como así también por la participación activa durante la presentación que lo hizo todo mucho más interesante y educativo.
También me gustaría agradecer a la profesora por todos sus comentarios e ideas, ya que hace que podamos entender estos trozos de una forma mucho más profunda.

¡Gracias! Y que disfruten el recreo de otoño...

Sunday, October 3, 2010

El comentario de Los hijos muertos

Trozo de Los hijos muertos por Ana María Matute
(Barcelona, Destino, 2004), págs. 154-55

El trozo:

1. El “Mar Negro” y sus hombres procuraban la oscuridad y el silencio, el
2. anónimo. Un barco cruzaba frente al “Mar Negro.” Un barco pasaba cercano,
3. cierto, y, sin embargo, irreal, lejano, más lejano que el cielo y que el sol. “Es
4. italiano,” dijo una voz en alguna parte. O tal vez solamente lo pensó. El
5. barco cruzaba despacio, parecía. Iluminado, como una estrella insólita, lenta,
6. frente a sus ojos cansados. En cubierta brillaban luces, muchas luces, tal vez
7. celebraban alguna fiesta. Bailaban. Sí, seguramente bailaban, estaban
8. moviéndose allí enfrente, de un modo extraño, rítmico, inhumano.
9. Completamente fuera del tiempo, de los hombres, de la Tierra. Y aquella
10. música, entrecortada, rota, abriéndose paso entre la bruma y la oscuridad,
11. entre el hedor de los hombres, con su pus y con su cansancio; entre los orines
12. y la sangre seca. Sobre todo, aquella música, llegaba. Llegaba como brisa
13. caliente, dolorosa. Entre el ronquido del mar, en el aire parado, en el silencio
14. de todos los pensamientos. (“Es una melodía de Duke Ellington…”) El barco
15. pasó, extraño, fantasmal. Despacio parecía. Se llevó la luz, el ruido, las voces.
16. La música, partida, apedazada, quedaba colgando de las cuerdas, de los ojos,
17. como jirones brillantes, en la noche. Volvió, más espeso, más negro, el
18. silencio. Hasta lo más hondo, hasta las entrañas más embotadas, llegó un
19. sacudimiento, un relámpago apretado, un escalofrío profundo. “Nosotros,
20. nunca, nunca” – más allá de la carne, más allá de la conciencia--. “Nunca.”
21. Hasta el último, el más lejano, el más perdido de los agazapados corazones.
22. “Nunca.” (“Era una melodía de Duke Ellington…”)


El asunto:
El narrador dice que a medida que el “Mar Negro” y sus hombres se dirigían a la oscuridad, otro barco cruzaba enfrente. Que este barco aunque estaba cerca parecía lejano. Que no sabía si alguien había dicho o que él pensaba que esta barco era “italiano.” El narrador veía que el barco pasaba enfrente de él y que en aquél tal vez se estaba celebrando una fiesta con muchas luces y que todos bailaban, moviéndose de una forma extraña, que no parecía humana. También dice que mientras lo hacían estaban como salidos del tiempo y que la música que se oía era una música intermitente, como quebrada. Esta música penetraba y se daba paso entre la niebla oscura, entre el mal olor de las gentes cansadas, entre la orina y la sangre seca. Que esta música era como una brisa caliente, que dolía; y llegaba a través del mar y el aire como una melodía del Duke Ellington. El barco se había ido y con él se fueron las luces, las voces y el ruido y que nada quedaba más que la música que se escuchaba entrecortada. Luego el silencio volvió más agudo, más denso y que este silencio llegaba hasta las profundidades más hondas como un estremecimiento que iba más allá de la carne y la conciencia. Por último, el narrador dice que era una melodía de Duke Ellington.


La actitud:
La actitud de la autora es de sentimientos tristes y desolados. Hay una desesperanza que caracteriza al personaje de este trozo. Es evidente que hay también una actitud de repugnancia a todo lo que rodea al narrador, como despreciando todo lo que sucede en ese momento. Por otro lado, la autora nos da a entender el anhelo que este personaje tiene por no estar en el otro barco donde había más alegría y tal vez, una ilusión. No cabe duda que la actitud con que la autora describe este trozo es muy lúgubre y pesimista, mezclada con cansancio y derrota pero también con una “chispa” de ilusión en la memoria del narrador.


El estilo y el lenguaje
Los 22 renglones de este trozo están en un solo párrafo y éste pertenece a otro párrafo de la novela. Los renglones están escritos por la autora desde el punto de vista del narrador y con letra “cursiva” o bastardilla, lo que nos da a entender que sucede en un tiempo pasado.
Tenemos cinco párrafos en este trozo. El primero describe la dirección en la que se dirigía el “Mar Negro” y los que navegaban en él. El segundo habla sobre la llegada del barco “italiano” que pasaba frente de él (Daniel Corvo). El tercer párrafo describe la apariencia del barco “italiano.” El cuarto párrafo describe lo que sucede en el barco “italiano” y cómo esto afecta al narrador. El cuarto párrafo describe la partida del barco que pasaba en frente del narrador y lo que se llevaba con él. Y por último, el quinto párrafo, describe el silencio que reaparece una vez más, cuando todo calla y termina con el recuerdo que le trae la melodía de Duke Ellington.

El lenguaje que usa la autora es un lenguaje que está lleno de emociones y cada palabra describe exactamente lo que el narrador siente en ese momento. Usa una prosa con términos, que si bien no son muy difíciles de entender, proporcionan al lector sentimientos de angustia, dolor y abatimiento. El trozo tiene un lenguaje táctil, estratégico y visual a un tiempo específico -el de la derrota.- La autora usa una prosa galvanizada de imágines en la que nos transporta a dos realidades distintas: una, que es la que el narrador está contando, y que a su vez está ocasionada por la memoria del mismo narrador, y la otra que es una realidad (el trozo mismo) que sucedió en el pasado.


Los apartados:
Apartado A: La llegada y la descripción del barco “italiano” y lo que sucede en ese mismo momento: “El “Mar Negro” y sus hombres… de los hombres de la Tierra.” (ll.1-9)

Apartado B: El efecto que produce al narrador la música que se escuchaba del barco “italiano”. “Y aquella música, entrecortada… “Es una melodía de Duke Ellington…”) (ll.9-14)

Apartado C: Los sentimientos que causa al narrador la ida del barco “italiano”: “El barco pasó, extraño… un escalofrío profundo” (ll.14-19)

Apartado D: Lo que traía a la memoria del narrador. La desolación que había en el barco en que el navegaba. “Nosotros, nunca, nunca… (“Era una melodía de Duke Ellington…”) (ll.14-22)


Apartado A:
El “Mar Negro” y sus hombres procuraban la oscuridad y el silencio, el anónimo. Un barco cruzaba frente al “Mar Negro.” Un barco pasaba cercano, cierto, y, sin embargo, irreal, lejano, más lejano que el cielo y que el sol. “Es italiano,” dijo una voz en alguna parte. O tal vez solamente lo pensó. El barco cruzaba despacio, parecía. Iluminado, como una estrella insólita, lenta, frente a sus ojos cansados. En cubierta brillaban luces, muchas luces, tal vez celebraban alguna fiesta. Bailaban. Sí, seguramente bailaban, estaban moviéndose allí enfrente, de un modo extraño, rítmico, inhumano. Completamente fuera del tiempo, de los hombres, de la Tierra.

El “Mar Negro” y sus hombres procuraban la oscuridad y el silencio, el anónimo.
El nombre del barco, “Mar Negro,” presenta una atmósfera de oscuridad y soledad. También, como los hombres del barco quieren encontrar “la oscuridad y el silencio, el anónimo” es muy profundo porque ellos están en el mar. Cuando una persona está en el mar, es posible que no vea otra persona por mucho tiempo. El mar es distante, solo, y no es predecible. Ellos tienen mucho tiempo para no ser conocidos y olvidados. Ellos no podían a regresar a un tiempo donde había esperanza porque todo era en el pasado.

Un barco cruzaba frente al “Mar Negro.” Un barco pasaba cercano, cierto, y, sin embargo, irreal, lejano, más lejano que el cielo y que el sol.
Un sentido diferente pasa cuando un barco une a la noche. Parece en la oscuridad, todo lo que está pasando está en un lugar diferente. La invasión del barco hace que se sienta cerca, pero el narrador no puede interactuar. Entonces, él siente que el barco está “más lejano que el cielo y que el sol.”

“Es italiano,” dijo una voz en alguna parte. O tal vez solamente lo pensó.
A este punto, Italia no estaba en guerra, sólo el dictador Mussolini. En España (en este punto del libro, en el pasado), la guerra civil devastaba a el país, y el narrador tiene una vida muy triste con la guerra. Es posible que Italia se mencione porque es un lugar más alegre de donde España está ahora. O sólo porque ellos están en “aguas internacionales.” “Dijo una voz en alguna parte” significa que el narrador no está cerca de ninguna persona a bordo, las otras personas son solamente voces en la noche, no son parte de sus pensamientos o acciones durante el día. También, él no está seguro de que alguna persona en realidad diga algo o nada; es posible que todo esté en su mente. Él tiene problemas con lo que está pasando.

El barco cruzaba despacio, parecía.
Aquí el narrador no está seguro si el barco está pasando lentamente o no. El paso del barco capta toda su atención, como está iluminado por él verlo. El paso lento permite al narrador ver que pasa en el barco.

Iluminado, como una estrella insólita, lenta, frente a sus ojos cansados.
El otro barco está en la luz, “iluminado” por verlo todo y mirar lo que pasó. “Una estrella insólita” significa que el barco no está en ese lugar, no es parte del mundo del narrador. Todo que pasó fuera de él, es diferente, o sea irreal. Pero todo lo que está  cercano a él es oscuro, no hay luz donde él está. “Sus ojos cansados” describe como el narrador siente que todo es un sueño. Literalmente, él tiene sueño y no puede dormir a este punto del tiempo. Figuradamente, la vida del narrador es mucho trabajo, muy dura, con la guerra y con su familia. No solamente su cuerpo, pero también su mente está cansada.

En cubierta brillaban luces, muchas luces, tal vez celebraban alguna fiesta.
Otra vez, “en cubierta brillaban luces, muchas luces” significa que el otro barco es el centro de atención de todo. Es la única cosa que es brillante y las personas miran el barco con atención más dura. Una “fiesta” es alegre y algo divertida.

Bailaban. Sí, seguramente bailaban, estaban moviéndose allí enfrente, de un modo extraño, rítmico, inhumano.
Las personas en el otro barco “bailaban.” Pero el narrador no puede creerlo. Con las palabras "extraño, rítmico, inhumano" hace que el narrador vea en una forma irreal. Es como que él estuviera en un sueño, y su realidad está cerca, oprimiéndolo. La forma en que los otros están bailando no es el mismo baile que él sabe.

Completamente fuera del tiempo, de los hombres, de la Tierra.
Las personas del barco sin nombre son diferentes a las personas del “Mar Negro.” Para el narrador, este tiempo es triste y él está solo. Para el otro barco, el tiempo de las personas es divertido y ellos quieren estar juntos para celebrar. El narrador no puede entender como otras personas pueden tener una vida feliz, especialmente cuando todo en su vida no es lo mismo. La imaginación del narrador dice que este barco no es real, entonces estas personas no “de los hombres, de la Tierra.” El narrador es “de los hombres, de la Tierra,” y en su lugar todo es malo. Este se referencia a la naturaleza, porque el narrador está en paz cuando está en la naturaleza.


Apartado B:
Y aquella música, entrecortada, rota, abriéndose paso entre la bruma y la oscuridad, entre el hedor de los hombres, con su pus y con su cansancio; entre los orines y la sangre seca. Sobre todo, aquella música, llegaba. Llegaba como brisa caliente, dolorosa. Entre el ronquido del mar, en el aire parado, en el silencio de todos los pensamientos. (“Es una melodía de Duke Ellington…”)

Y aquella música, entrecortada, rota, abriéndose paso entre la bruma y la oscuridad,”
En esta primera parte de la oración del párrafo, el narrador comienza a describir los sentimientos que  la música producía al llegar al barco donde él y todos los demás hombres se encontraban. La música generalmente se relaciona con algo agradable, que produce bienestar. Tal vez era lo que producía en este momento a Daniel Corvo, un poco de satisfacción entre tanta negrura y tiniebla. Era una música que se oía “entrecortada,” como algo que iba y venía, igual a  la desesperación que Daniel sentía al luchar con las realidades que lo acontecían en ese momento. Queriendo escapar de ellas, renegándose a admitir esa realidad muerta, fatigada, y marchita que encontraba frente a sus ojos. Era una música “rota” como lo estaba su esperanza, y la de todos los que se encontraban en el barco. Lamiendo el disgusto de la derrota, una derrota conformista que sólo causaba humillación; una humillación muda. La música que él escuchaba se filtraba codiciosamente entre la espesa bruma. Tan poderosa era ésta música que rompía con todo obstáculo que se le interponía a su paso. “Entre la bruma y la oscuridad.” Aquí la autora nos enfrenta con lo oscuro. Algo que es oscuro es incierto, y no importa que saludable sea nuestra visión, en la oscuridad todos somos ciegos. La oscuridad provoca desconfianza justamente por el aspecto “desconocido” que ella provoca. Podríamos decir entonces que esta música estaba tan arraigada en los ínfimos deseos de Daniel que podía romper con sus congojas más profundas.

“Entre el hedor de los hombres, con su pus y con su cansancio; entre los orines y la sangre seca.”
Ya había penetrado la música y ahora se asimilaba entre todos los que la misma tocaba. Tan repugnante era la realidad en la que se encontraban los que estaban en el “Mar Negro” que uno no se lo pudiera imaginar por más que lo quisiera. La autora comienza a describir esta realidad con una frase tan vívida y efectiva como “entre el hedor de los hombres.” El significado de la palabra “hedor” va más allá de la repugnancia que se puede esperar después de una guerra derrotada. Es un olor penetrante, que cala en los huesos y conduce al vómito. Ahora la música ya no era esa breve esperanza desesperanzada que sentía Daniel al escucharla desde lejos. Por el contrario, se había convertido en lo mismo que él sentía; asco por una guerra despótica que proporcionaba aún más desvanecimiento del que ya había en su vida. Para describir la escena más patética todavía, la autora usa la palabra “pus.” Inmediatamente uno conecta esta palabra con algo que es viscoso, verde, con la inflamación de la carne infectada que segrega un suero amarillento para protegerse de agentes dañinos. Era así como veía Daniel a los que lo rodeaban, hombres como él que estaban forzados a asumir el fracaso y la dependencia. La música continuaba su paso arrasando incesantemente toda esperanza de volver “a casa.” No importaba cuán insoportable fuera con lo que se enfrentaba –“los orines y la sangre seca.” Los orines que ya se hacían parte de ellos como si fuera algo normal, algo que se merecían por demostrar su rebeldía. “La carne seca” que nos da a entender el descuido y la falta de importancia que se les daba a los seres, el trato casi animal que correspondía a la aspereza de sus convicciones; a algo que ya estaba seco, infértil y saqueado como la sangre que se pega al cuerpo y se agrieta por su debilidad una vez que se ha secado.

Sobre todo, aquella música, llegaba. Llegaba como brisa caliente, dolorosa.
Aquí la autora nos afirma la insistencia dominante, la autoridad, se podría decir, con que “la música”  representaba los recuerdos anhelados en Daniel Corvo. Que no había escape ante ellos, que no había nada superior al arribo de esa música, no había otra opción –“sobre todo.”-  Que el único destino y el único propósito de esos recuerdos era llegar; llegar y establecerse, y nunca partir. Sí, claro que “llegaba,” llegaba hasta lo más profundo de su alma entristecida, oscura, sin destello alguno. “Como una brisa” que no destruía en un segundo sino que devastaba con su persistencia y suavidad, en forma delicada pero segura. Una brisa que era caliente (las corrientes cálidas generalmente se originan en tierra firme y no en el mar) porque pese a que estaban en el medio de esa masa infinita de agua, esta brisa provenía de la tierra en dónde se encontraba su intransigente soledad. Tan caliente era esta brisa que cuando penetraba dolía, como un dolor sordo que no es agudo pero molesta sin interrupción. Dolía en su carne y la tajaba; dolía en su orgullo, en su desconsolado corazón.

Entre el ronquido del mar, en el aire parado, en el silencio de todos los pensamientos.
Algo que ronca es algo que fastidia, que raspa, que produce temblor. Con una fuerza casi invencible que tan sólo el mar posee. Y aún así esta música se propagaba entre ese “ronquido,” como si entendiera su lenguaje y asimilara su forma para darse paso. En un “aire parado,” porque alude a lo inmutable, a lo que no se puede cambiar. Ese aire que amparaba el miedo “en el silencio de los pensamientos” al despojo de lo que se había perdido en el tiempo. Que ya no quedaba nada en ellos, ni siquiera un pensamiento que los pudiera sacar de la repugnancia en la que estaban destinados a pasar.

(“Es una melodía de Duke Ellington…”)
Aquí la autora hace referencia a un recuerdo que Daniel Corvo había vivido en un pasado no muy lejano en esta novela. El Duke Ellington era un compositor y cantante de jazz estadounidense, quien conectaba a Daniel Corvo con una época de prosperidad y libertad que sucedía en los Estados Unidos. Esa música le traía a él recuerdos que eran agradables, que lo apartaban de le mísera realidad que tenía a su lado. Lo conectaba con una realidad muy diferente a la que le sucedía en ese momento. Una realidad de expectativas, de nuevas experiencias, de un futuro sin soledades ni reproches. Tal vez era por eso que él se repetía para sí que era la “melodía de Duke Ellington.” Una melodía que él había escuchado en un bar el primer día que había llegado a Barcelona.


Apartado C:
El barco pasó, extraño, fantasmal. Despacio parecía. Se llevó la luz, el ruido, las voces. La música, partida, apedazada, quedaba colgando de las cuerdas, de los ojos, como jirones brillantes, en la noche. Volvió, más espeso, más negro, el silencio. Hasta lo más hondo, hasta las entrañas más embotadas, llegó un sacudimiento, un relámpago apretado, un escalofrío profundo.

“El barco pasó, extraño, fantasmal. Despacio parecía.”
El barco “italiano” ya no estaba. Había pasado y con él todos los pensamientos gratos que le producía a Daniel. “Extraño” dice la autora; algo “extraño” provoca confusión, desconcierto, lo desencaja a uno de la realidad. Como que ese barco ahora era ajeno, “fantasmal” como sus sueños que ahora se convertían en ilusiones. Una vez más, vemos como la autora alude a emociones oscuras y misteriosas. Algo fantasmal no sólo causa miedo; peor aún, es una amenaza como la imagen de los muertos que se aparecen a los vivos. Y esta ida era lenta, como si no quisiera retirase.

Se llevó la luz, el ruido, las voces. La música, partida, apedazada, quedaba colgando de las cuerdas, de los ojos, como jirones brillantes, en la noche.
El barco se lo había llevado todo. Todas las esperanzas que tenía de volver a su morada y que todo acabara. “La luz, el ruido, las voces” habían desaparecido. Ya no había murmullos, cantinelas, música, ecos… Nada quedaba de sus ilusiones. Como si el silencio se aproximara dando paso a algo peor aún: al choque de su sórdida verdad. El “fantasma” se lo había llevado todo. Y una vez más, la inmundicia que lo rodeaba volvió a ser parte de él. Sonidos de dolor, tal vez, de un espanto que sólo la guerra es capaz de crear. Y “la música” que lo había transportado a momentos mejores, a esperanzas desesperanzadas, estaba ahora “partida, apedazada” como todo lo que había en ese barco. Como su propia realidad y la realidad que le esperaba. Un sinónimo de “apedazada” es despedazar. Algo que se despedaza es algo que se maltrata y se destruye. Así era como se encontraba todo su mundo. Y esta realidad, esta “música” colgaba “de las cuerdas, de los ojos” como suspendida en su memoria, en lo que había visto, en las imágenes que habían quedado selladas en su retina. “Como jirones brillantes” –jirones son trapos, telas rasgadas- lo que alude a la destrucción, al desmoronamiento de sus fantasías como pequeñas lágrimas brillantes en el medio de la noche.

Volvió, más espeso, más negro, el silencio. Hasta lo más hondo, hasta las entrañas más embotadas, llegó un sacudimiento, un relámpago apretado, un escalofrío profundo.
Ya no había nada a su alrededor. Solamente estaban ellos y el mar. Ese mar que provocaba miedo y desconfianza. Que distanciaba más aún en la distancia en que se encontraban. Perdidos en el medio de la nada. El mar que traía, una vez más, su aliado. Tal vez unos de los más poderosos enemigos para todos los que estaban en el “Mar Negro:” “el silencio.” Que volvía pesado, cargado de desasosiego.  Algo que es “espeso” es algo macizo, que tiene cuerpo, como una masa densa que oprimía y taladraba profundo hasta quebrarlo todo. Volvía “el silencio” con su poder reivindicado, oscuro… Sí, era más “negro” que la infinidad del mar profundo, dejándolo todo más quieto que la misma muerte. Y esta quietud, esta pasividad que traía el silencio se anidaba en lo más profundo de “las entrañas,” en la parte más íntima y esencial del sí. Tan profundo llegaba este silencio que la autora lo describe como “entrañas más embotadas.” Se alude aquí a lo que está tapado, presionado profundamente, como forzado, comprimido y estrujado. Tan eficaz era este silencio que arrasaba hasta lograr su cometido. Y cuando arribaba, provocaba “un sacudimiento” que violaba, que poseía y se agregaba a los hombres (a Daniel Corvo) para formar parte de sus cuerpos. Como “un relámpago apretado” dando a entender la fuerza, la rapidez con que penetraba para adueñarse. Y cuando lo hacía, provocaba “un escalofrío profundo,” con un frío repentino, como una sensación inesperada y violenta. Que no daba opciones, que lo hurtaba sin descaro y lo hacía todo vulnerable, que hería y lesionaba física y moralmente.


Apartado D
“Nosotros, nunca, nunca” – más allá de la carne, más allá de la conciencia--. “Nunca.” Hasta el último, el más lejano, el más perdido de los agazapados corazones. “Nunca.” (“Era una melodía de Duke Ellington…”)

“Nosotros, nunca, nunca” – más allá de la carne, más allá de la conciencia--. “Nunca.”
El significado de “nosotros, nunca, nunca” es que los hombres que están en el “Mar Negro” no quieren lo que habían visto en el otro barco (la luz, la melodía, el baile) porque ellos no tienen lo que ellos quieren: ganar la guerra, las vidas felices, y no estar solos con sus tristezas. Los hombres sienten que nunca van a conseguir estas cosas y que la esperanza está perdida. El narrador recuerda la pobreza en la ciudad, y cómo eso es todo los suyos sabrán. Ellos nunca tienen nada. Esto está más allá de todo lo que son, lo que saben, “más allá de la carne, más allá de la conciencia.”

Hasta el último, el más lejano, el más perdido de los agazapados corazones. “Nunca.”
En los corazones que siempre había esperanza de que iba a ganar, que se podría conseguir lo que querían. Ellos vieron lo que querían zarpar sin ellos. Hay sueños, esperanzas y aspiraciones, finalmente inalcanzable. Nunca se sabe lo que esperaba, lo que hubiera querido. Ellos no tienen esperanza.

(“Era una melodía de Duke Ellington…”)
Aquí hace referencia una vez más a la memoria, cuando el narrador escuchó el Duke Ellington por primera vez cuando él había llegado a la ciudad de Barcelona. Es muy particular que esta es la melodía que él escuchaba en el mar. Cuando el narrador escuchó por primera vez la canción, había esperanza. Fue capaz de hacer nada, porque era posible. Pero ahora, con el uso del tiempo pasado, "era," era algo que ya no existía.


El tema:
A causa de la soledad y de la insatisfacción los ideales de una persona se hacen inaccesibles y hasta irreales y por ello dejan de ser perseguidos.


Conclusión:
En este trozo, así como en el resto del libro, la autora nos demuestra un distanciamiento afectuoso entre realidad y sentimiento de la desolada existencia de Daniel Corvo. Cuenta la autora este trozo mirando con los ojos del narrador; con representaciones trágicas que denotan una verdad profunda. Describe maravillosamente la pobreza (la inmundicia que una guerra deja atrás) y por la que el narrador se encuentra rodeado. Una corriente de muerte y dolor por lo que él había perdido. Un “Mar Negro” que está lleno de fantasmas y realismo exacerbado, enfurecido por un pasado adverso que no le dio tregua; por una guerra que le quitó todo lo que había amado, todo arraigamiento a la vida. Sí, puede que sea un libro oscuro, triste y hasta deprimente. Pero me cautivó en cada página que leí, magníficamente.